miércoles, 29 de enero de 2014

DE QUEBRACHO









Quise ser de quebracho
para que en mí te apoyaras.
Ni cruz, ni abrazo,
sólo soporte para tu alma dolorida.

Quise ser de quebracho
para sostener tu camino,
que no cayeras,
que no te desalentaras...

Me miraste de soslayo
y mi intención imaginaste sauce,
alma esponjosa
que la brisa deshace.

No hay admoniciones,
no hay reproches.
Sé que soy de quebracho...
que intestaste en vano convertir en sauce

Desde mi raigambre te miro,
torbellino en guerra contigo mismo.
Sólo te miro seguir tu camino.
No hay reproches,
ni cruz ni abrazo
ni soporte para tu destino

CUATRO LETRAS






Las letras estuvieron siempre ahí: en los rincones de la casa,  del jardín, entre briznas, raíces, semillas, pétalos vivaces y mustios o arremolinadas con las hojas cuando se enfurecía la brisa.

Sin percatarme de su presencia fui corriéndolas de lugar, las dejé vagar libres disueltas en el aroma de las rosas y los jazmines o entre el verde húmedo y la tierra a veces reseca.

No lo supe pero estuvieron conmigo durante años. Una frase leída al azar – “las personas más difíciles de amar son las que más lo necesitan”- las orientó y cobraron pleno sentido, se hizo explícito lo oculto: se unieron las letras tanto tiempo dispersas e ignoradas y así supe que estoy enamorada de ti; así, simple, lejos de cualquier razonamiento lógico. Enamorada del ser que habita en tu coraza. “Nunca nadie sabrá jamás lo que pasa por mi cabeza” enunciaste. ¡Qué frase! ¡Cuánto decir  oculto hay  en esas palabras!

Ahora que las letras se ordenaron y cobraron significado, las recojo y acomodo en un lugar de mi memoria cotidiana. Nada hay por hacer, básteme saberlo.

Desde esta lejanía me pregunto cuáles serán tus miedos, a qué se debe esa negación a que una mujer ocupe un lugar activo en tu afecto.


Me deleito  viendo las letras ordenadas que me dicen que igual te aprecie, te quiera, sueñe contigo tal como una adolescente se enamora del amor. Llevaré las letras conmigo como un talismán ¿qué otra cosa puedo hacer a esta altura de la vida, cuando se está de regreso de casi todas las rutas?
No me siento mártir ¿queriéndote? A la distancia. No me siento colegiala descubriendo los primeros rubores pudorosos. Eres digno de ser amado. Sólo te regalo mi amor a la distancia, en el silencio, en lo recóndito.