domingo, 19 de junio de 2011

EL PORDIOSERO


Sólo por el nauseabundo olor a cadaverina, los vecinos supieron que aquel ermitaño viejo de imagen conmovedora, a quien veían desde hacía unos veinte o veinticinco años, había dejado de existir. De él sólo conocían los horarios en que salía a mendigar, siempre en el mismo lugar.
La policía derivó el cadáver al hospital más cercano y procedió a revisar cuidadosamente el sitio. Las finas y variadas prendas de vestir, portafolios llenos de papeles, escrituras de casas de departamentos, recibos de alquiler al día y mucho dinero en prolijos fajos de billetes eran el punto de contradicción con el resto del habitáculo del mugriento y antisocial pordiosero.
Una vida menos. Fernando Azuaga Latorre pasó a ser un cuerpo que nadie reclamaba. El frío cobijaba lo que alguna tuvo ilusiones, proyectos, éxitos, fracasos, ternura, angustias. Los restos de Fernando no eran más que parte de la rutina del trabajo policial y de los médicos forenses. Una gota de mar…evaporada.

A Ariel, un joven periodista “cazanoticias”, esa muerte le hizo recordar la película “El viejo hucha” cuyo argumento mostraba lo contraproducente que resultaba el celo de un hombre por asegurar el futuro de su familia. La hipótesis de un caso similar le resultaba viable. La acumulación de dinero y la vida llevada al extremo de la austeridad era el punto clave para establecer el paralelismo. Existen miles, millones de “huchas”; no son noticia. No por eso dejaba de producirle inquietud este caso en particular. Intuía que algo había…
Decidió comenzar por hablar con Diana, su amiga psiquiatra.
-Ariel, es sólo un caso muy claro de síndrome de Diógenes: la acumulación de residuos domésticos, el descuido de su persona e higiene, el aislamiento social total,…
-¿Y? ¿Así, tan naturalmente una persona puede caer en ese estado?
-No. Aunque se da en la tercera edad, suele haber como antecedente una enfermedad de base que afecta el funcionamiento de las funciones cerebrales superiores, demencia en particular y…
Ariel la interrumpió:
-Esa es una respuesta clínica. Busco una respuesta racional
Las cejas de Diana se alzaron librando el asombro en su mirada.
- Diana, ¿puede un cuasidemente haber logrado reunir semejante capital y llevar una administración tan puntillosa, más allá de la acumulación?
-La mente humana aún tiene aspectos desconocidos. Allá tú si quieres redescubrir la pólvora…
Estas respuestas no lo desanimaron. Más y más interrogantes le surgían. Si el viejo permanecía siempre en el mismo sitio ¿cómo llegaban a él los contratos, los recibos, el dinero de los alquileres? Las fechas eran recientes…
Segundo intento: los inquilinos. Eligió uno cuyo contrato estaba por vencer. Simulando la posibilidad de alquilar el departamento, lo interrogó, sin entrar al domicilio, acerca de las comodidades de la vivienda y del modo de pago.
-Se ocupa un administrador. Es más cómodo para don Fernando y para mí.
Agradeciendo la amabilidad del inquilino, se retiró con otra opción para avanzar. ¿Habría un solo administrador para todas las propiedades?
Entusiasmado, decidió no dejar pasar el tiempo y comenzar por el administrador del edificio que acababa de visitar.
Todo cuanto había aprendido en su carreara de periodista acerca de “saber preguntar” se ordenó en su mente dejando el puzzle perfectamente armado. Así, localizó al administrador que buscaba pero en ese momento no estaba disponible para atenderlo.
Ariel regresó a su casa con la adrenalina en plena acción. Pasaron varias horas hasta que encontró sobre la alfombra la tarjeta de la empresa constructora de los edificios, en la cual figuraban el nombre de Fernando y otro más. Al dorso, leyó: “olvida el tema si es no que quieres ir a refrescarte en la morgue”

Resultados de la autopsia del cuerpo de Fernando Azuaga Latorre: “Muerte dudosa. Aún se están analizando los órganos”

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