Cuando el
absolutismo monárquico de la Desolación se instaló en el mundo, Pandora puso
boca abajo su caja y la sacudió. Entonces,
despertóse de su letargo
Esperanza, se situó sobre su arcón y dio comienzo a la
ceremonia ritual.
Sin prisa,
meditando bien sus elecciones, emprendió la tarea de lanzar sobre el paisaje
devastado burbujas de mansedumbre, de melodías, de juegos, de armonías, únicos
toques de luz que la brisa dispersaba entre el angustiante sepia y el abrumador gris que teñían el entorno.
Volvieron a
asomarse las aguas; estallaron los colores y aromas en forma de frondas y
pétalos; otra vez los prados recibieron al ganado. Quedó reinstaurada la plenitud
de la vida.
Cuando el hombre
dejó de regir su orden social por la solidaridad, la mirada de Esperanza fue
certero estilete en los ojos de Pandora.
